lunes, 9 de abril de 2012

Aunque siempre te hayan amado.

Hace un tiempo habría dado cualquier cosa por alcanzar esa ansiada perfección que la sociedad pretende imponernos. Lo habría dado todo con tal de lograrla y contentar a cada uno de los habitantes de este mundo idiota. Sentarme en un trono y ser venerada, ser así aceptada. ¿Quién no ha soñado algo similar? ¿Quién no lo ha deseado fervientemente durante una de esas noches en las que se te atraganta el llanto?
Pues bien, he aquí yo, mostrando una feliz y hermosa sonrisa Colgate, caminando alegre y en compañía por las calles grises... las más monótonas que nunca vi. Pero es que... aunque siempre te hayan amado, una puede llegar a sentirse sola. Desdichada. Incompleta. Una puede necesitar evadirse.
Alguien que ya lo tiene todo, que es incapaz de ansiar a más, puede necesitar desprenderse de las malditas apariencias y confesar, que aún así... el vacío perdura.
Que aún con todo, no significa nada, porque al fin y al cabo, a quien nada le ha costado, nada posee, nada ha conseguido. Y nada es lo que es. Que mañana presenciaré otro amanecer, idéntico al anterior y a los siguientes, seguiré encerrada en la rutina, en su supuesta perfección, insoportable cual "tic-tac" de un viejo reloj, y querré fugarme. Entonces, cuando me de cuenta de todo esto, sentiré inconformidad. Bajaré mi cabeza, intentando ocultar la vergüenza... ¿Tanto esfuerzo por llegar a la meta, para que ahora resulte no ser la indicada? ¿Tanta esperanza puesta en mi ha sido, acaso, malgastada? Es frustrante no poder evitar enfadarte contigo misma.
A veces, incluso, se hace difícil responder a las expectativas de la manera correcta. Todos aquellos que han confiado en mí, sí, esos que me han querido, a los que me cuesta de manera sobrehumana devolver tanto amor, en tan grandes cantidades, por culpa este peso que me aplasta desde dentro. Quizás los haya decepcionado.
Sí, lo sé, aunque siempre te hayan amado, una puede llegar a sentirse sola, muy sola.
Es por eso que las princesas, a veces, desean huir de la comodidad de su reino, desafiando el destino impuesto por todo un pueblo orgulloso y gentil. Porque sólo buscan escribir su propia historia, y así es como empiezan las grandes aventuras. Ellas lo saben. Yo también.
Ojalá fuera más fácil arrojar la preciada corona.